jueves, 12 de mayo de 2011

El rechazo

por Franz Kafka

Cuando encuentro una chica hermosa y le ruego: “Sé buena; ven conmigo”, y ella sigue de largo, muda, con eso quiere decir:

“No eres ningún duque de apellido rimbombante, ni un americano con porte de indio, con ojos de equilibrada tranquilidad, con una piel masajeada por el aire de las praderas y por los ríos que las atraviesan; no has visitado ni navegado los grandes mares, que yo no sé dónde quedan. Entonces, vamos a ver; ¿por qué yo, una chica hermosa, tengo que ir contigo?”

“Olvidas que ningún automóvil te pasea balanceándose en largas acometidas por las calles; no veo ceñidos en sus vestiduras, a los caballeros de tu séquito, que, en perfecto semicírculo, van detrás de ti murmurándote bendiciones; tus pechos han sido puestos en orden dentro del corpiño, pero tus muslos y caderas se desquitan de aquella continencia; usas un vestido de tafetán plisado, como los que tanto nos gustaron el último otoño, y no obstante sonríes -¡y ese peligro mortal en el cuerpo!- de tanto en tanto.”

“Sí. Los dos tenemos razón; y para no darnos cuenta irrevocable de eso, mejor... ¿no te parece? ... cada uno se va solo a casa.”