jueves, 12 de mayo de 2011

AA.VV. Cuentos Clasificados 1

AA.VV. Cuentos Clasificados 1. Buenos Aires, Cántaro, 1998. p.p. 9-28

¿A qué podemos llamar “cuento”?

El breve relato que sigue pertenece a una de las primeras colecciones de narraciones tradicionales que fueron compiladas por los hermanos Jacob y Wilhen Grimm y publicadas en Alemania a comienzos del siglo XIX.

La llave de Oro

En un crudo día de invierno, cuando los campos estaban cubiertos por una espesa capa de nieve, tuvo que salir en su trineo un pobre niños a buscar leña. Después de recogerla y cargarla, sintió mucho frío y no quiso regresar enseguida a su casa, sino hacer primero un fuego para calentarse un poco. Entonces comenzó a apartar la nieve para dejar el suelo descubierto y, al hacerlo, encontró una llavecita de oro.

Y he aquí que pesó que donde hubiese una llave tendría que haber también una cerradura, y siguió cavando y encontró un cofrecito de hierro. “¡ Si sirviese la llave...! –pensó-; sin duda habrá objetos valiosos en el cofre”. Buscaba y buscaba pero no encontraba la cerradura, hasta que, finalmente, descubrió una, pero tan pequeña que apenas podía verse. Probó y la llave entró fácilmente. Entonces le dio una vuelta; y ahora hemos de esperar hasta que haya terminado de abrirlo y alce la tapa; entonces nos enteraremos de las cosas maravillosas que contiene el cofrecito.

No sabemos qué puede haber dentro del cofre, pero está claro que a este niño le ha sucedido algo interesante. Podríamos definir los cuentos como un suceso puesto en palabras. La habilidad para contar sucesos constituye el arte de narrar.

La narración es uno de los géneros literarios más antiguos. Tuvo su origen en la tradición oral: los relatos se transmitían de boca en boca, de pueblo en pueblo y de generación e generación. Todavía hoy, cuando los libros y las revistas difunden miles de cuentos y conocemos mucos cuentistas famosos, una de las formas mas frecuentes del relato sigue siendo oral: la anécdota. Quien cuenta una experiencia ( propia o ajena) está brindando la base de un cuento que se puede escribir.

Nadia cuenta ni escucha una anécdota si en ella no hay algo que despierte interés. Si nada en el mundo nos interesara (porque todo está a nuestro alcance, o porque somos incapaces de necesitar algo nuevo), nunca habría actividades creativas como la de narrar.

Casi todos los cuentos tratan de una búsqueda. El “La llave de oro”, se trata de la búsqueda de un objeto (una cerradura). Pero también puede ser la de un amor, una explicación, una aventura, una venganza, un camino... Los personajes de los relatos que les presentamos en este libro desean y buscan cosas diferentes.

Nosotros, los lectores, al disfrutar de un cuento, también realizamos una búsqueda pero de otro tipo. Por eso les vamos a proponer trabajar con algunas de las cosas que podemos hallar en nuestro recorrido por un cuento.

Lo primero que encontramos son voces, a través de ellas recibimos el relato. Mientras leemos vamos “oyendo”las palabras. Escuchamos el cuento como dicho por una voz del relato, el narrador, que suena más grave o mas aguda, dulce o amarga, cercana o lejana, según el tema del que habla o el estilo que tiene. Cuando hablan los personajes se “agregan” otros timbres.

Esas voces nos van mostrando un mundo, que muchas veces reúne fragmentos del que nosotros conocemos. Pero ese mundo no es un cuadro ni una foto, lo imaginamos en movimiento y por eso dura un tiempo.

Los cuentos seleccionados en este volumen, serán observados desde estos tres aspectos: las voces del relato, el mundo creado a través de esas voces y el tiempo de los sucesos.

Los cuentos y las voces

Llamamos “narrador” a la voz del relato. No hay que confundir el narrador imaginario con el autor real del cuento. Por ejemplo, sabemos que “El gato negro” es un cuento escrito por Edgar Allan Poe (autor real), pero quien nos narra el cuento no es él sino la voz que imaginamos al leer.

En los relatos aparecen también las voces de los personajes. Suelen estar precedidas por un guión o entre comillas, como se observa en “La llave de oro”, para diferenciarse de la voz del narrador:

“¡Si sirviese la llave...! –pensó-; sin duda habrá objetos valiosos en el cofre”.

En el caso anterior no hace falta que se aclare quién “Pensó”, porque el niño es el único personaje del relato; pero si hubiese varios personajes, sería necesario indicar “pensó Juan”, “dijo María”, etc. Esa aclaración la hace la voz del narrador, es él quien generalmente presenta a los personajes y es quien introduce otras voces del relato, como un cronista en un reportaje. Por eso, podemos diferenciar:

Narrador = voz expositora

Personajes voces reportadas

1. Luz...

Imaginemos por un momento que estamos en un lugar desconocido y tenemos los ojos vendados. Oímos voces, pero no sabemos de quiénes son ni a quiénes les hablan. Tampoco, si tenemos algo o nada que ver con lo que ahí sucede. Algo similar nos ocurre cuando comenzamos la lectura de un cuento y aún no conocemos nada sobre él. El narrador es quien descorre el velo de nuestros ojos. Pero ese favor tiene un precio: nos quedamos donde él nos ubica.

La función del narrador es la de guiar nuestra lectura. Observen este posible fragmento de un relato inédito:

El chofer, la señora Gálvez y Darío se apartaron para discutir el asunto.

—A mí me da vergüenza empezar... Miren si no, ese... y aquel otro, pobre...

—Ahora no les podemos decir que se suspende...

—A ver... usted está cansada, usted está cansado...

—Yo no dije eso...

—¿Qué es eso?

—No sé. Es el mismo de ayer.

—Ah, sí, sí.

La voz del narrador "habló" al principio, para presentar a los personajes, pero luego calló. El resultado es la desorientación; no entendemos quién habla en cada caso ni a qué se refiere.

Observemos ahora el mismo fragmento pero con el narrador cumpliendo su función:

El chofer, la señora Gálvez y Darío se apartaron para discutir el asunto.

—A mí me da vergüenza empezar... Miren si no, ese... —dijo la señora

Gálvez, dirigiendo la vista hacia los turistas que parecían más impacientes— y

aquel otro, pobre...

Darío reflexionó unos instantes mientras miraba al último indicado por la

mujer, un hombre que se abanicaba torpemente con su periódico en un jadeo

exagerado. Luego replicó:

—Ahora no les podemos decir que se suspende...

—A ver... —el chofer hizo un último intento— usted está cansada, usted está

cansado...

—Yo no dije eso... —comenzó a justificarse la señora, cuando la fortísima

sirena del transatlántico la interrumpió para hacerse oír una vez más.

—¿Qué es eso? —-preguntó Darío.

—No sé. Es el mismo de ayer —respondió el chofer, recordando el ridículo

susto del día anterior.

—Ah, sí, sí.

Ahora la situación relatada es mucho más nítida. El primer fragmento presentado sugería varias ideas. En el segundo, lo que hizo el narrador con su voz -intercalada entre las de los personajes- fue guiar nuestra lectura hacia una de esas ideas posibles. La segunda función del narrador es ubicarse y ubicar al lector ante los hechos narrados. Veamos como ejemplo la presentación del personaje en el comienzo de "La llave de oro":

...tuvo que salir en su trineo un pobre niño a buscar leña.

Podría haber sido así:

...yo, un pobre niño, tuve que salir en mi trineo a buscar leña.

O así:

...tuvo que salir a buscar leña, en su trineo, un pobre niño como tú, querido

lector.

En los tres casos la "escena" es la misma, pero la vemos desde ubicaciones diferentes. La primera la percibimos como desde una platea escuchando una voz en off. De la segunda estamos también distanciados, pero la voz que nos habla está dentro de la escena. En la tercera, directamente se nos propone entrar, y además, se nos hace niños.

El narrador nos puede colocar más cerca o más lejos de los hechos, de los personajes y de él mismo. También él puede ubicarse a diferentes distancias respecto de los hechos. No sólo por el tiempo que haya "pasado" sino porque puede aprobar o rechazar las acciones que narra, o ser indiferente frente a ellas.

Hay muchas ubicaciones posibles, tanto para el narrador como para los lectores. Este que sigue, por ejemplo, busca nuestra confianza y de paso, nos adelanta el final:

Seguro que has oído de la niña que pisó el pan para no ensuciarse los zapatos y de lo mal que acabó... ("La niña que pisó el pan", de Hans Christian Andersen.)

Este otro contiene una advertencia:

No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir... ("El gato negro", de Edgar Allan Poe.)

Puede haber uno que nos haga cómplices:

Hermanos míos y mis únicos amigos, aquí empieza la parte verdaderamente dolorosa y trágica de la historia... (La naranja mecánica, de Anthony Burgess.)

Otro que simula estar junto a nosotros:

Atención pido al silencio

y silencio a la atención,

que voy en esta ocasión,

si me ayuda la memoria,

a mostrarles que a mi historia

le faltaba lo mejor.

(La vuelta de Martín Fierro, de José Hernández.)

Uno que hace hablar a otros, tomando distancia de los hechos:

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristian, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien... ("La intrusa", de Jorge Luis Borges.)

Y otro que inventa una carta para hacer su relato:

Estas son las últimas cosas —escribía ella—. Desaparecen una a una y no vuelven nunca más. Puedo hablarte de las que yo he visto, de las que ya no existen, pero no creo que haya tiempo para ello... (El país de las últimas cosas, de Paul Auster.)

Hay también muchos relatos en los que el narrador no se refiere a sí mismo, ni les habla a los lectores, ni introduce los hechos: se limita a contarlos. Cada una de estas posibilidades produce efectos distintos en nosotros, los que leemos, porque hacen que nuestra atención se fije de diferentes maneras. Por eso ningún relato sería el mismo si cambiara su forma de ubicarnos.

2. Cámara...

Podemos ver una escena enfocada desde afuera o desde adentro de la acción. Del mismo modo, el narrador puede hablar en 3° persona, como en "La llave de oro", o en 1° persona del singular, como si fuera un personaje del relato.

Según el punto de vista adoptado por la voz expositora, se puede intentar la siguiente clasificación de los tipos de narrador:

*narrador protagonista: es a la vez quien relata y quien protagoniza los sucesos. Siempre habla en 1° persona.

*narrador testigo: habla en 1° persona como testigo de los sucesos, sin protagonizarlos.

*narrador omnisciente: se coloca desde afuera del relato con un conocimiento total de los sucesos. "Sabe" sobre los hechos más que los personajes y más que el lector. Por lo general, habla en 3° persona.

*narrador con el punto de vista de un personaje: al igual que el omnisciente, no participa de los sucesos. Pero no conoce todos los hechos, sólo los que protagonizan algunos de los personajes. El narrador sigue las acciones de ese personaje, nos cuenta lo que este vio y lo que pensó. En los relatos con este tipo de narrador no aparecen secuencias en las que no esté el personaje seguido por el narrador, ni se incluye ninguna información que ese personaje ignore.

*casos intermedios entre las dos últimas posibilidades de narrador: como en "La llave de oro", el narrador puede comenzar con la visión panorámica de un narrador omnisciente y luego ir ubicándose en el punto de vista de un personaje.

3. Polifonía

El mundo que nos rodea, el contexto, influye en lo que se dice o se escribe, y también en cómo entendemos lo que leemos. Por lo tanto también incide en los cuentos que escribe un autor. Para ejemplificar esto, supongan que durante una guerra civil, un hombre se propone escribir un cuento sobre algo que no tenga nada que ver con el conflicto bélico, y decide no narrar los sufrimientos de su comunidad. Es probable que de todos maneras aparezcan en el relato las palabras y las frases con las que su pueblo expresa esos sufrimientos.

Del mismo modo, en cualquier cuento escrito en una gran ciudad de nuestros tiempos, es posible que haya frases provenientes de los medios audiovisuales, del habla cotidiana, de otros textos literarios, de los discursos políticos y de cualquier otra forma de comunicación verbal. Esto es así porque, en nuestra vida de todos los días, los discursos se superponen y resuenan unos sobre otros. Se llama polifonía a la aparición en un texto de elementos (voces) que provienen de otros tipos de dis-curso.

¿Cómo reconocer la polifonía en un texto? Dijimos ya que la voz del narrador y las de los personajes se diferencian gráficamente por el uso de comillas o guiones. La polifonía no presenta este tipo de marcas. Veamos este ejemplo extraído de la novela Como agua para chocolate, de Laura Esquivel:

...¿qué pasaría si Gertrudis mirara una estrella? De seguro que el calor de su cuerpo, inflamado por el amor, viajaría con la mirada a través del espacio infinito sin perder su energía, hasta depositarse en el lucero de su atención. Estos grandes astros han sobrevivido millones de años gracias a que se cuidan mucho de no absorber los rayos ardientes que los amantes de todo el mundo les lanzan noche tras noche. De hacerlo, se generaría tanto calor en su interior, que estallarían en mil pedazos.

El narrador está hablando de la fuerza del amor entre las personas. En ningún momento de este párrafo su voz dejó de hablar ni cambió de tema, pero en estas pocas líneas aparecen frases provenientes de otros saberes (la astronomía, la física) y de creencias populares (transmisión de energía con la mirada). Es como si esos saberes y creencias hablaran a través de la voz del narrador.

Las voces polifónicas pueden ser innumerables. A continuación damos algunos tipos muy frecuentes:

* voces de saberes científicos y técnicos:

Una máquina del tiempo es un asunto delicado. Podemos matar inadvertidamente un animal importante, un pajarito, un coleóptero, aun una flor, destruyendo así un eslabón en la evolución de las especies. ("El ruido de un trueno", de Ray Bradbury.)

* voces de la historia y los mitos:

Reconocí, encuadernados en seda amarilla, algunos tomos manuscritos de la Enciclopedia Perdida que dirigió el Tercer Emperador de la Dinastía Luminosa y que no se dio nunca a la imprenta. El disco del gramófono giraba junto a un fénix de bronce. ("El jardín de senderos que se bifurcan", de Jorge Luis Borges.)

*voces de creencias religiosas o místicas:

...lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta llevarla —si ello fuera posible— más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios misericordioso... ("El gato negro", de Edgar Allan Poe.)

*voces de supersticiones:

...tuvo que acostumbrarse a su miserable rutina de huérfano, señalado por todos como el hijo de la viuda que llevó al pueblo el trono de la desgracia... ("El último viaje del buque fantasma", de Gabriel García Márquez.)

*voces del habla cotidiana: frases hechas, refranes, etc.:

...me parecía horrible que Ariel se enterara, pero también era justo que las cosas se aclararan porque nadie tiene por qué perjudicarse a causa de otro... ("Final del juego", de Julio Cortázar.)

*voces de instituciones: la ley, la escuela, el Estado, etc.:

A través de la basura, lo particular se hace público. Lo que sobra de nuestra vida privada se integra con las sobras de los otros. Es comunitario, es nuestra parte más social. ("Residuos", de Luis Fernando Veríssimo.)

*voces de los medios: discurso televisivo, radial, periodístico:

...lo cierto es que lo espío todos los días. Es fascinante penetrar en la intimidad de los poderosos. ("En espera de una definición", de Fernando Sorrentino.)

*voces de otros textos literarios:

...era un recién llegado a la región, que no se parecía a nada de lo que había visto anteriormente, pero sí a un paisaje muchas veces imaginado y soñado: el archipiélago malayo, según se lo reveló en las aulas del colegio de la provincia natal, un volumen de Salgad... ("De la forma del mundo", de Adolfo Bioy Casares.)

*voces del discurso publicitario:

Mami, me duele el brazo de tanto escribir y había una licuadora de tres velocidades, siempre quise que no te tomaras el trabajo de exprimir naranja, la máquina de tejer hace 500 puntos, vos sola hacés muchos más. ("Carta a una señora", de Carlos Drumond de Andrade.)

Podemos mencionar también voces de la moda, de la política, de la ecología; diferenciar subtipos, por ejemplo, dentro del discurso televisivo voces del video clip, de la telenovela, del sensacionalismo, etc.

La polifonía cumple la importante función de relacionar el mundo imaginario del relato con el mundo real en el que se incluyen otros cuentos y relatos propios o ajenos al autor. Dado que el cuento es lenguaje, esa relación se produce, como hemos visto en los ejemplos, por medio del lenguaje.

Los cuentos y el mundo

En cada cuento hay un mundo creado, un mundo en que la voz del narrador ubica el suceso que va a relatar. Veámoslo en "La llave de oro":

En un crudo día de invierno, cuando los campos estaban cubiertos por una espesa capa de nieve, tuvo que salir en su trineo un pobre niño a buscar leña.

¿Pero acaso lo que aquí se muestra no podría suceder en el mundo real? ¿No hay en la realidad días de invierno, campos cubiertos de nieve, niños pobres y trineos? ¿Por qué entonces decimos que hay un mundo creado en el cuento? Porque en el mundo real no veríamos sólo campos cubiertos por una capa de nieve; también podría haber un cielo gris, árboles pelados, sonidos producidos por el viento, cabañas y muchas cosas más. Quizás, al ver al niño, podríamos preguntarnos si fue a buscar leña o a visitar a alguien o a jugar. En el caso del relato citado el narrador seleccionó algunos elementos (campos, nieve, un niño en trineo), los que interesan para la historia que quiere narrar y forman el mundo de ese relato. Sin duda ese mundo es más parecido a la realidad que uno donde haya mutantes o caballeros alados, pero también es algo ficticio, es decir, imaginado por el creador del cuento.

Vamos conociendo el mundo de un relato a medida que leemos las palabras del narrador y de los personajes que introduce. Ellas actúan como rayos que iluminan las cosas del mundo creado: sólo percibimos aquello que las palabras nos muestran.

Las palabras se refieren siempre a cosas ya conocidas del mundo real o de mundos imaginados en relatos anteriores. Al leer las evocamos, y los sucesos del cuento se van ubicando en un panorama que es nuevo, pero está formado por fragmentos de otros mundos conocidos.

Gracias a este juego entre lo nuevo y lo conocido, en cada cuento hay cosas que podemos esperar y otras que no. En un cuento cuyas palabras nos hablan de enigmas, nos abrimos al misterio; en otro que nos habla de vida extraplanetaria no nos sorprenderá un viaje a la velocidad de la luz; en aquel que nos muestra la atracción entre dos seres, el mundo puede reducirse a la espera de una carta de amor. Por eso a veces, al leer las primeras frases de un cuento, lo "clasificamos": este es policial, aquel otro parece de ciencia-ficción, ese por como empieza debe ser de guerra, este no es de nada en especial, el que leímos no se sabe cómo llamarlo.

Por ejemplo, en "La llave de oro" las primeras frases nos hablan de una pobreza que contrasta con el título y nos preparan para una típica historia de un niño indefenso, en un mundo parecido al real. Pero este, al final, parece cambiar por un mundo de magia o de sucesos insólitos:

... y ahora hemos de esperar hasta que haya terminado de abrirlo y alce la tapa; entonces nos enteraremos de las cosas maravillosas que contiene el cofrecillo.

¿"De qué es", o mejor, de qué trata cada uno de los cuentos que les presentamos en este libro? ¿De terror, de amor, de aventuras? Tratan de los mundos a los que nos llevan sus palabras.

Los cuentos y el tiempo

Los sucesos narrados en los cuentos tienen siempre una duración en el tiempo. Ese tiempo, ficticio, lo conocemos por las indicaciones que el cuento contenga A veces los cuentos son muy precisos en la ubicación temporal de los sucesos y la marcan con frases como "dos días antes", "tres horas más tarde", "pasaron siete años", etc. Otras veces el narrador no da ninguna precisión, porque busca que el tiempo sea impreciso según el efecto que quiera lograr.

1. La organización del tiempo

En toda narración se distinguen dos niveles: historia y relato. La historia implica los sucesos narrados: hechos reales si se trata de un testimonio, hechos imaginarios si es ficción. E1 relato es la narración escrita u oral de esos sucesos.

Dicho de otro modo, el relato es el texto concreto que leemos, con sus frases, sus comas, sus párrafos y su punto final. La historia está compuesta por los hechos de los que ese texto habla, hayan ocurrido o no.

El orden del tiempo en la historia y el orden del tiempo en el relato pueden o no coincidir.

*El relato puede comenzar con el final de la historia y luego exponer su desarrollo, en este caso se trataría de un tiempo invertido.

*Puede suceder que el relato cuente dos historias haciendo un paralelo en el tiempo.

*Puede haber un salto atrás en la historia, recurso que en inglés se denomina flashback.

*O un salto adelante.

*O puede pasar que historia y relato coincidan (tiempo lineal)

2. La duración y el ritmo del tiempo en el relato

Por lo general, el tiempo que nos lleva la lectura de un cuento es mucho más corto que el que ocupan en la ficción los sucesos narrados. La acción de una historia puede extenderse varios días o meses y estar narrada en un relato de tres páginas, que se lee en veinte minutos. Se habla, en este caso, de un tiempo sintético:

Corrí hacia la Cima de los Vientos y llegué allí antes de la caída del sol en mi segunda jornada desde Bree, y ellos ya estaban allí. Se retiraron en seguida, pues sintieron la llegada de mi cólera y no se atrevían a enfrentarla mientras el sol estuviese en el cielo. Pero durante la noche cerraron el cerco, y me sitiaron en la cima de la montaña. (El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien.)

Algo parecido ocurre cuando el ritmo de las acciones se intensifica, se habla entonces de un tiempo acelerado:

Bajamos a la cocina. No había luz. Vinieron otros dos hombres. Al cabo de un rato algo chocó contra la puerta. Jerry abrió, descendimos tres peldaños y fuimos a parar al patio trasero... (Cosecha Roja, de Dashiell Hammett.)

También puede ocurrir lo contrario: algo que dura un instante se prolonga párrafos enteros. El tiempo es lentificado. Por ejemplo, una descripción extensa de las sensaciones y pensamientos de un personaje durante el rápido beso de su amante.

Muchas veces se intenta que la duración del relato parezca coincidir exactamente con la que tendrían las acciones si ocurrieran. Se trata de un tiempo verosímil. El cuento "La llave de oro" adopta este tipo de tiempo desde que el niño hace su descubrimiento bajo la nieve.

3. Los tiempos "especiales"

a) Cuando en el relato el mundo creado es sobrenatural, como en los cuentos de hadas o de ciencia-ficción, el tiempo creado puede alterarse de diversas maneras:

* "viajes" en el tiempo: alguno de los personajes se traslada al pasado o al futuro de la historia narrada.

* tiempos descompensados: por efecto de alguna magia el tiempo pasa para algunos personajes y no para otros. Tras la aparición de la "teoría de la relatividad" en los años treinta , se han escrito fantasías de este tipo pero con basamento científico: un viaje interplanetario a altísima velocidad, que para quienes lo hicieron duró dos años, y para la Tierra, veinte. Algo así sucede en el filme El planeta de los simios (EE.UU., 1967).

b) Existe otro caso especial que es el llamado "tiempo de aventuras". Corresponde a las series de relatos con personajes permanentes, por ejemplo, los Power Rangers o Mc Giver. Pueden pasar años produciéndose capítulos y cada uno narrar sucesos que ocupan meses en la ficción, pero los personajes seguirán teniendo la misma edad, enfrentándose con idénticos villanos con los que se disputan un mundo que tampoco cambia. Casos extremos son Tarzán o Conan, de quienes se leen y ven aventuras desde hace más de setenta años.

Viven en este "tiempo especial" todos los personajes de las series televisivas, los comics con personajes permanentes como Corto Maltés, Superman o Mickey, dibujos animados como Hijitus o Bugs Bunny. Se lo llama "tiempo de aventuras" porque su origen está en la novela de aventuras griega de los siglos II a IV de nuestra era y reaparece en las novelas caballerescas de los siglos XIV y XV, y en los "folletines" del siglo XIX.

c) Puede suceder también que en un relato el tiempo resulte indefinido. Muchas veces el narrador quiere crear un clima extraño y usa este recurso. Para ello se utilizan tiempos verbales como el imperfecto o el presente de indicativo:

En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas una de la otra, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. [...] Pasa una mujer vestida de negro que representa los años que tiene, los ojos inquietos bajo el velo y los labios trémulos. Pasa un gigante tatuado, un hombre joven con el pelo blanco, una enana, dos mellizas vestidas de coral...(Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino.)

¿Cuándo pasan todas esas personas? ¿Son lo que el narrador está viendo en ese momento? ¿Pasan todos los días? Los relatos tienen la capacidad de transformar el tiempo de esta forma y de muchas otras. En este volumen van a encontrar algunos cuentos en los que el tiempo queda suspendido para restar límites a la imaginación.

Las voces, el mundo y el tiempo hoy

El anterior ha sido un panorama sobre tres de los muchos aspectos que se pueden trabajar en un cuento. Pero estos tres problemas no aparecen solamente en los relatos literarios, sino en todas las formas de la comunicación humana. Nos parece oportuno, entonces, terminar refiriéndonos brevemente a la producción de voces, la creación de mundos y la simulación de tiempos en los finales del siglo XX, nuestro tiempo.

Ya señalamos que al leer un cuento imaginamos una voz que lo narra. En las últimas décadas, el desarrollo de los medios de creación y transmisión de imágenes ha dado lugar a nuevas variantes en la producción de voces, una buena parte de nuestro intercambio comunicativo se produce con interlocutores no reales.

Tomemos como ejemplo un videojuego de carreras de autos. ¿Quién es el que decide si nos cruzáramos con dos autos a la vez, si aparecerá una curva, o si el paisaje de campo cambiará por una playa o una montaña? ¿Quién nos dice al comienzo Winners don't use drugs y al final el fatal game over ? Podríamos pensar: "Es la máquina". ¿Pero qué sabe una máquina sobre velocidad, vértigo, tiempos de juego, etc.? Sabemos que hubo alguien que la programó, pero esa persona no está respondiendo en ese momento a nuestras acciones con cambios o aceleración de imágenes. "Es el programa el que responde." Sí, pero el lenguaje del programa es un sistema binario con el que no nos comunicamos directamente sino a través de las imágenes y palabras que crea el relato de esa carrera, en el que además somos un personaje.

El final de ese relato y de nuestro personaje no está escrito previamente, como en los cuentos, sino que en gran medida depende de lo que hagamos. Por eso ya no hablamos de un narrador imaginario sino virtual, porque actúa como si fuera real, respondiendo a nuestras acciones. Este interlocutor virtual no se presenta sólo en los videojuegos sino también en muchas situaciones cotidianas, como la del cajero automático, las pantallas electrónicas de información o el diálogo telefónico por tonos. También en procesos como la televisión interactiva o las redes informáticas de usuarios que se comunican entre sí sin conocerse y pueden componer, unos para otros, o entre todos, una historia o hasta un largometraje. Las "voces", es decir, los que intervienen en una creación, pueden multiplicarse cada vez más.

La creación de mundos imaginarios también se ha visto afectada por las nuevas tecnologías. Hay por lo menos tres cambios importantes:

1) Cada vez conocemos más el mundo sin desplazarnos. La transmisión de videoimágenes permite observar en pantallas cualquier acontecimiento ocurrido, o mirar la programación de las regiones más remotas; todo ello sin salir de nuestras casas.

2) Cada vez manipulamos directamente menos cosas. Como consecuencia de lo anterior y del desarrollo de otras tecnologías, muchas actividades comienzan a hacerse "innecesarias": cocinar, ir de compras o al banco, esperar un medio de transporte, escribir una carta y enviarla, etc.

3) Se puede transformar virtualmente cualquier imagen. La videocomputación permite, por ejemplo, tomar la foto de alguien y hacer que se mueva, o que baile o que se divida en cientos de clones de sí mismo. Es posible reproducir la imagen de un desierto ardiente y hacer caer sobre él una tormenta de granizo y nieve. Con el diseño de un solo soldado puede hacerse un ejército de miles, y no habrá dos de ellos que tengan el mismo rostro. El próximo paso, al que se está llegando acele-radamente, es el holograma, la imagen que se vuelve cuerpo.

En cuanto al tiempo, no ha habido tecnología que pueda alterarlo. Sigue siendo imposible retardar, retroceder o hacer avanzar el tiempo real. Sin embargo, los cambios en el modo de vida han hecho que sintamos el tiempo de otra manera: acelerada, impaciente.

La descripción que hemos hecho podría hacer pensar que el relato literario tendería a desaparecer en este fin de siglo. Creemos que no. En primer lugar, porque ninguna imagen puede durar en nuestra mente si no le ponemos palabras, con lo cual ya estamos volviendo al lenguaje. Y fundamentalmente, porque la literatura es otro juego: el de hacer surgir imágenes a partir de las palabras, valerse de la lectura para diseñar un mundo no limitado por la pantalla y la forma, un mundo fugaz, pero indispensable para seguir nutriendo la imaginación.